
Mi nombre es Rafael. Tengo el privilegio de vivir en Quito (Ecuador), la primera ciudad en el mundo declarada “Patrimonio cultural de la Humanidad”. Pueden, entonces, imaginarse, de qué ciudad se trata. Su centro histórico es uno de los más amplios y mejor conservados de América Latina. Guarda, a su vez, los más relevantes tesoros arquitectónicos y artísticos de la época colonial, cuyo distintivo es la pertenencia a una corriente propia de imaginería y expresión estética, denominada y catalogada, en el mundo del arte, como “escuela quiteña”. Son, entonces, algunos los museos que preservan ese precioso caudal, aparte del que se encuentra en los majestuosos templos y edificaciones patrimoniales.
La zona moderna es cada vez más extensa; y su vistosidad revela la pujanza y empeño de los ecuatorianos por lograr inscribir a su país en el concierto de los pueblos desarrollados.
No se queda atrás el entorno paisajístico de la bella capital ecuatoriana situada en los flancos del volcán inactivo Pichincha, a 2800 m. sobre el nivel del mar. El clima de Quito es primaveral, con épocas marcadas de lluvias y estíos, lo que contribuye a dulcificar la vida de quienes tenemos el orgullo de habitarlo.
Uno de sus mayores atractivos es también la ciudad “mitad del mundo” que se encuentra a pocos minutos de la urbe quiteña y que resalta la presencia de la línea ecuatorial (paralelo 0), la misma que divide al globo terráqueo en dos hemisferios: el septentrional y el austral. Innumerables visitantes nacionales y extranjeros guardan entre sus mejores recuerdos la constancia fotográfica de posar simultáneamente sus dos pies en uno y otro hemisferio.
Pues, en esta bella metrópoli transcurre también nuestra vida eclesial, procurando que el mensaje del Reino llegue a toda las gentes, como fue la recomendación de Jesucristo, nuestro Señor.
Con categoría de arzobispado primado, Quito es la sede también del único cardenal ecuatoriano. Si bien un altísimo porcentaje de quiteños han sido bautizados en la religión católica, hay que lamentar que, en los últimos años, el avance de las sectas cristianas ha sido palpable, mermando así el número de fieles en nuestras iglesias. Esta situación nos cuestiona fuertemente a quienes estamos comprometidos en los diversos apostolados eclesiales y nos insta a dejar a un lado los temores y lanzarnos a la evangelización, buscando mejores y más eficaces formas de llegar a las conciencias de cristianos y no cristianos con el mensaje de conversión y fidelidad a las enseñanzas de Jesús.
Concretamente, junto con mi esposa, pertenecemos a un movimiento eclesial de matrimonios sacramentados (los “Equipos de Nuestra Señora”), cuyo carisma es la práctica de la espiritualidad conyugal y la ayuda mutua. Esta vivencia, aparte de fortalecer nuestra relación conyugal y enmarcarla en el espíritu cristiano, nos ha impulsado a trabajar por otras parejas, especialmente las que están en dificultades, aportándoles nuestra experiencia y compromiso espiritual mediante charlas y consejería. Además, colaboramos con la revista mensual, de gran alcance, editada por el Centro Salesiano de Pastoral, SER FAMILIA, donde disponemos de un espacio dirigido a los matrimonios.
La zona moderna es cada vez más extensa; y su vistosidad revela la pujanza y empeño de los ecuatorianos por lograr inscribir a su país en el concierto de los pueblos desarrollados.
No se queda atrás el entorno paisajístico de la bella capital ecuatoriana situada en los flancos del volcán inactivo Pichincha, a 2800 m. sobre el nivel del mar. El clima de Quito es primaveral, con épocas marcadas de lluvias y estíos, lo que contribuye a dulcificar la vida de quienes tenemos el orgullo de habitarlo.
Uno de sus mayores atractivos es también la ciudad “mitad del mundo” que se encuentra a pocos minutos de la urbe quiteña y que resalta la presencia de la línea ecuatorial (paralelo 0), la misma que divide al globo terráqueo en dos hemisferios: el septentrional y el austral. Innumerables visitantes nacionales y extranjeros guardan entre sus mejores recuerdos la constancia fotográfica de posar simultáneamente sus dos pies en uno y otro hemisferio.
Pues, en esta bella metrópoli transcurre también nuestra vida eclesial, procurando que el mensaje del Reino llegue a toda las gentes, como fue la recomendación de Jesucristo, nuestro Señor.
Con categoría de arzobispado primado, Quito es la sede también del único cardenal ecuatoriano. Si bien un altísimo porcentaje de quiteños han sido bautizados en la religión católica, hay que lamentar que, en los últimos años, el avance de las sectas cristianas ha sido palpable, mermando así el número de fieles en nuestras iglesias. Esta situación nos cuestiona fuertemente a quienes estamos comprometidos en los diversos apostolados eclesiales y nos insta a dejar a un lado los temores y lanzarnos a la evangelización, buscando mejores y más eficaces formas de llegar a las conciencias de cristianos y no cristianos con el mensaje de conversión y fidelidad a las enseñanzas de Jesús.
Concretamente, junto con mi esposa, pertenecemos a un movimiento eclesial de matrimonios sacramentados (los “Equipos de Nuestra Señora”), cuyo carisma es la práctica de la espiritualidad conyugal y la ayuda mutua. Esta vivencia, aparte de fortalecer nuestra relación conyugal y enmarcarla en el espíritu cristiano, nos ha impulsado a trabajar por otras parejas, especialmente las que están en dificultades, aportándoles nuestra experiencia y compromiso espiritual mediante charlas y consejería. Además, colaboramos con la revista mensual, de gran alcance, editada por el Centro Salesiano de Pastoral, SER FAMILIA, donde disponemos de un espacio dirigido a los matrimonios.
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