
La tentación del hombre por la ambiciosa y explotadora búsqueda de las riquezas minerales del subsuelo con afán de dominación, obligó a muchos que iban tras la quimera, a construir la aldea, que se convirtió en nuestra importante ciudad. Dios en sus designios convirtió el atropello en nuevo hogar y prosperidad para muchos.
Allí se entrecruzan los caminos, sobre un limpio espacio de la llanura oriental, en cuyas entrañas conviven el abundante petróleo y la escurridiza agua subterránea de los acuíferos más grandes del planeta. Una tierra en la que el polo margariteño y el calipso se dan la mano, para celebrar los prodigios de Dios, junto al Mare-Mare de las comunidades indígenas de los hermanos Kariñas.
350 personas, de diversos orígenes, nacionales e internacionales, conviven en esta urbe, deficitaria en sus servicios, anárquica en su estructura, pero suavemente acariciada por las brisas llaneras del este donde nacen los alisios.
Margariteños, guariqueños, maracuchos, guayaneses y kariñas conviven desde siempre con libaneses, italianos, trinitarios, españoles y portugueses para hoy conformar la buena familia de los “tigrenses” del oriente venezolano, acogedores; alegres y bullangueros.
Un gentilicio encarnado en hombres y mujeres que día a día trabajan tesoneramente por el futuro y la prosperidad. Y así el Todopoderoso les ha prodigado la oportunidad de habitar sobre estas rojizas tierras de Guanipa en las que ha puesto recursos naturales, riquezas minerales y la inmensa posibilidad para el trabajo productivo y creador, todos le agradecen desde su propia fe congregándose en los templos e iglesias del lugar.


Otras iglesias menores, parroquias de la ciudad, siguen los elementos constructivos de un sincretismo arquitectónico en el que se mezclan los rasgos caribeños traídos desde las antillas; la tosca visual del “galpón” petrolero que intenta toques de modernidad y los tenues intentos de armonizar fachadas de expresión colonial que nada dicen del origen urbano de la ciudad.
En otras confesiones religiosas las líneas constructivas en nada difieren de esta misma expresividad arquitectónica, con salvedad de la mezquita, de los musulmanes, que ha visto su terminación congelada en el tiempo aunque ya sus arcos moros ornamentan con timidez algunas visuales, o la “capilla” de los mormones que sostiene su expresión arquitectónica en fuertes líneas verticales propias que imitan al estilo neogótico norteamericano.
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